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Relato del Ciudadelas I

Enviado por jcdenton 
Re: Relato del Ciudadelas I
11-January-2007 18:13
Gran Teatro de Florencia
[Hace aproximadamente unos diez años]

Era la Gran Actuación que estrenaba, al fin, una obra de Pietro Tullini. Todo estaba dispuesto y preparado, todo, salvo el actor principal: un jovencísimo espadachín venido a menos que, acabada la última guerra en la que sirvió de mochilero y aprendiz espadero, buscó fortuna donde pudo. Y solo pudo encontrarla en el teatro porque volvieron muchos hombres de la guerra y coparon trabajos y cargos o las calles y tabernas, como mendigos.
Pero el trabajo en el teatro le apasionaba y tenía su hueco asegurado en él.

Desde que era niño, veía todas todos los ensayos de las obras que eran lo suficientemente dignas como para ser estrenadas en el Gran Teatro florentino. Solía recibir una pequeña paga por ayudar con el atrezzo al director de escena, ayudaba a las chicas a vestirse (ese fue su primer gran encuentro con la desnudez de la mujer) e incluso hacía de apuntador cuando éste se emborrachaba o sencillamente no se dignaba a aparecer por cualquier motivo.
Algunas veces cuando era muy niño, se atiborraba en los camerinos de chocolate que los caballeros españoles solían regalarle a las grandes actrices. El chocolate era manjar exquisito y muy caro que venía de un remoto lugar paradisíaco, de las Nuevas Indias, le decían. Pero para él era solo un dulce que le encantaba.

Pero ese niño fue creciendo y, precoz como nadie que haya pisado las tablas, tuvo que sustituir a algunos famosos actores que, por avatares del destino, tuvieran algún percance alguna noche. A veces quedaba un poco extraño que un joven de catorce o quince años hiciera el papel de un veinteañero o incluso de un treintañero pero ya controlaba bien el tono de voz, así como los gestos y lo que no hacía su destreza y su porte lo hacían el maquillaje y el disfraz.

Esa fue su infancia y su adolescencia. Su padre era militar y como el teatro no abría por la mañana pasaba largas horas entrenando en el cuartel o en casa. Practicaba esgrima con obsesión. Era lo único que creía podría servirle en el teatro ¿Para qué saber de graduaciones, de asedio o de máquinas de guerra? No podías montar un asedio en un teatro. Y las máquinas de guerra que aparecían eran de madera. Pero duelos entre caballeros era raro que no se interpretaran en cada actuación.

Podría decirse que ese niño nació en el teatro, se crió en él y... en él se enamoró. La guerra solo fue un capítulo más entremedias que templara su espíritu y le hiciera tomar consciencia de cuan importante eran sus clases de esgrima así como la práctica del acerado arte. La Guerra le enseñó la realidad de la que se escondía en la función que era su vida.

Nació. Creció. Y se enamoró. Y como no podía ser de otra manera, fue a enamorarse de una actriz.
La joven y prometedora Aypexa de Milán. De grácil voz que era colmada de piropos al caer el telón.
A veces le llovían rosas, sin exagerar. Él, al terminar la obra, elegía las mejores que podía encontrar y se las regalaba en un gran ramo.

Sucedió una noche de gran estreno que todo estaba dispuesto para dar comienzo. No había butaca libre ni ojos que no esperaran ansiosos las maravillas del teatro pero el protagonista, Kynes, no aparecía.
Tras las bambalinas, todos estaban preocupados, especialmente Aypexa, porque era la primera vez desde que el joven Kynes que llegara tarde o faltara.

Pasaron los minutos y ya el director de escena buscaba un sustituto cuando se abrieron las puertas traseras del teatro y apareció cojeando y con el disfraz de su personaje el caballero negro. Extrañamente, llevaba puesto el antifaz. A toda prisa director y ayudante le llevaron hasta la puerta del gigantesco atrezzo de madera que les separaba de las grandes cortinas bermellón. Aypexa no pudo hablar con él pues debía situarse, como solía ser el papel de las damas, en la parte alta del complejo de maderas y tablas, que, desde el otro lado, parecía ser la ventana de un segundo piso en una imponente mansión. No habló con él pero percibió manchas de sangre en sus ropas.

Kynes iba sin aliento, como si acabara de llegar de una carrera desde el otro lado de la ciudad. Sus ropas estaban sudadas y la capa negra tenía algunos cortes que tuvieron que ser remendados en segundos. No había tiempo para desvestirlo. La mujer encargada de ello descubrió heridas en la pierna así como en el brazo.

El director de escena habló con la costurera y mirándole a los ojos le dió una estocada mortal:

-Así no puedes actuar.

Kynes dió varios pasos forzados hasta el lateral del atrezzo y alzó la voz:

-¡La función debe comenzar!
No hay retraso ni impedimento
El público no puede esperar.
¡De vuestra opinión... disiento!

Y desenvainó la hoja que llevaba al cinto para cortar de un tajo la cuerda que sostenía el contrapeso del las cortinas. Éstas ascendieron por otro contrapeso mayor y Kynes dió varios pasos hasta situarse en el centro del escenario para saludar al público.

El director de escena se quedó de piedra. La hoja que llevaba el actor debería estar roma. No podría haber cortado la cuerda. Pero llevándose las manos a la cabeza dió las órdenes a los demás actores para que se prepararan.

La obra transcurría sin problemas aunque todos notaban que Kynes no daba tantas vueltas como estaba acostumbrado en los ensayos. Se sucedían encuentros, diálogos y grandes monólogos. De aquí para allá. Como capuletos y montescos, todo era un ir y venir de gente y de luchas que acababan con las ficticias vidas de los personajes que se oponían al joven enamorado Liberto que anhelaba a Antonietta. Ésta, desde su ventana, enviaba mensajes que recogía su amor y le avisaba de los peligros que corría. Su padre enviaba asesinos para acabar con él, amigos y futuros pretendientes y a todos ajusticiaba Liberto.

Kynes, en el papel de Liberto, se llevaba grandes ovaciones así como Aypexa como Antonietta. Quedaba solo un acto cuando un ruido sordo llegó del otro lado del atrezzo: algo había pasado tras las bambalinas. ¿Un error del ayudante de escena?

Kynes tenía que salir para volver a aparecer mas tarde así que, mientras cantaban en un arcaico italiano tres mujeres junto al apuntador, se escabuyó como pudo para ver qué ocurría detrás.
Y la escena que se encontró no podía ser peor:

Whispy amenazaba al director de escena con una gran hoja dando voces. Quería que terminara la función y le entregaran a Kynes, el asesino. Éste desenfudó y se encaró con el intruso.

-¿Acaso no véis que estamos ocupados?
¡Estás en un teatro!
Debes respetar al respetable
De tus berrinches ¡tarado!
el público no es culpable

-¡Mataste al que iba a ser mi cuñado! ¿Cómo has podido vil asesino?

-Fácil, fue un buen tajo ladino
Aunque no me ayudó que se resistiera
pero por ser quien era
Estaba claro su destino
Morir a mis manos, te digo

-¿Qué pasará con mi hermana Aypexa? ¡Él tierras, oro y plata para acabar con las deudas de nuestra familia!
Podría habernos solucionado la vida a todos, excepto a ti, claro, que eres un muerto de hambre, carne de teatro circense.

-No os tolero insulto alguno
Y aunque os callaría esa boca
llegáis en momento inoportuno
Pues debo actuar, ya me toca

Kynes corrió a toda prisa y atravesó una puerta de las muchas que había aunque debía bajar por la falsa calle (el lateral del escenario) pero no tenía tiempo para dar un rodeo con un tipo amenazándole con una toledana. Al aparecer el público quedó en silencio.

Aypexa se asomó al balcón y preocupada, pues había oído claramente la conversación, le dijo al enmascarado:

-¡Mi señor!
¿Vos otra vez mi balcón rondáis?
¿Qué os sucede? ¡No me digáis!
Uno de mis hermanos quiere daros muerte

-Sí, tu padre se ha quedado
ya sin ningún lacayo
desde asesinos y sirvientes
a soldados valientes
Y como agua de mayo
envía a tu propio hermano
a poner fin a mi suerte

-¿Porqué habéis salido de la tienda de telas?

-A compraros un sayo
Para que el frío no os hiele
Aunque ya sabéis que si puede
este caballero se ofrece
a daros abrigo y calor
que solo pueda dar mi amor

-¡Tened cuidado!

-¿Porqué? ¿Que sucede?
¿De qué debo ser avisado?

-¡Mi hermano viene!
No, está en la taberna
Cuidado, ¡la puerta!

-Parece que alguien la dejó abierta

Y Kynes le da un puntapié a la puerta del decorado que representa una taberna de la calle.
Ésta empezó a abrirse cuidadosamente porque Whispy quería salir a escena, espada en ristre, para acabar con su enemigo. Pero el puntapié la cerró del todo. Kynes sacó una daga y la clavó en la rendija que dejaba el decorado atrancando la puerta.

-¡Mi hermano está cerca!

-Sí, ¡¿pero porqué puerta?!

-¡Creo que se encuentra tras aquella!
¡Oculto para saltar sobre vos!
¡Tened cuidado con ella!

-Esa puerta que decís... ¡Son dos!

-¡La de la izquierda!
¡No! ¡Derecha!
Dudo pues no recuerdo
donde dijo que se ocultaría
pero parece que se decide
¡por la de la librería!

Whispy desde el otro lado escucha a Aypexa darle instrucciones a Kynes así que no sabe por cual de las muchas puertas que representan tiendas que dan a la calle decidirse a entrar en escena pues el asesino le aguarda con la hoja desenvainada y preparado. Al final opta por subir por una escalinata hasta la madera en la que se encuentra Aypexa.
Ésta avisa a Kynes:

-¡Mi señor, oigo pasos en casa!
Mi hermano se encuentra en ella
¡Y sube por la escalera!
¡Si os ve a vos de seguro os mata!
¡Huid mientras mi amor pueda!

Kynes responde:

-No huiré.
Mas bien...
buscaré una cuerda
con la que subir al balcón
y poner fin a esta guerra
que ya lleva muchas muertes...a cuestas

Kynes improvisa todo lo que puede, sale de la escena y corta alguna de las muchas cuerdas que sostienen vete tú a saber qué. Sospecha que una de ellas está enganchada a un peso muerto y la corta.

De repente cae una gran madera vertical que cubre la representación cambiando la escena a un bello jardín con flores. Aypexa se encuentra por el atrezzo superpuesto en una nube. Justo aparece Whispy a su lado que termina de subir la escalera y mira al público perplejo.

Kynes regresa con un gran rollo de cuerda y se queda de piedra al ver el cambio. No sabe como seguir tal patochada así que mira al público, se mira a sí mismo y actúa como si estuviera mareado...

-Antonietta, creo que...
alguien debió darme un buen golpe
pues no solo me siento torpe
sino que diría estoy dormido
Sueño que estoy en el cielo
¡No creo que haya bebido!
Ajardinado el paisaje y nuboso
Y a quien tanto anhelo
en las alturas, a vos
mi ángel
mi consuelo
mi sol que todo ilumina
Pero hay alguien con vos
Y diría que no atina
a decir su nombre...

La atención se centra en el joven Whispy, junto a Aypexa, en una nube. Éste, como mandan los cánones del teatro, debería presentarse a sí mismo al salir a escena pero se pone nervioso al ver a tanto público y susurra.

-Whis... py...

Aypexa le da un codazo en silencio y le murmura que debe rimar... Whispy contrariado alza la voz y amenaza a Kynes:

-¡Basta ya de esta farsa!
Me llevaré a mi hermana
Y vos...
¡tendréis que apañaros con una... palangana!

-Dicen que los ángeles no tienen sexo
Y en eso, mi bella dama estoy de acuerdo
diría que el ángel a vuestro lado
¡es un ser asexuado!

-¡No soy asexuado!
¡Truhán!

-Eso rima con vuestro nombre:
¡PATÁN!
Bajad ahora mismo
y os daré lecciones de teología
Os presentaré a la virgen María
a Jesús y a Cristo
Los veréis en el cielo
el auténtico y verdadero
cuando con estocadas os envía allí
¡al dar a vuestros días fin!

Kynes se acerca a las bambalinas, elige otra cuerda y la corta. Ésta no cae, así que arroja el extremo al balcón. Whispy acepta el reto y la sujeta para tratar de bajar hasta las tablas. Pero mientras éste lo hace Kynes corre de nuevo al lateral del teatro para cortar cuerdas sin ton ni son. Cáen pesadas cargas de atrezzo y el escenario se va transformando de jardín celestial a prostíbulo de Florencia pasando a ser taberna de mala muerte a la casa del comendador. Aunque nadie percibió éste último cambio pues se decían que no había gran diferencia. O quizás es que el conmendador tomaba mucho por hogar la propia taberna.

Whispy creyó sentir muy cerca su muerte cuando esquivaba sujeto a la cuerda las grandes tablas que le caían del cielo. Mas tarde le cayeron pesos de arena que sujetaban otros elementos escénicos así como un gran sol dorado, varias estrellas, un Dios griego, varias musas de cartón y un fantasma de tela y sujetado por cuerdas cual títere.

Cuando ya no quedaban mas cuerdas por cortar Kynes regresó a las tablas con la esperanza de que Whispy estuviera enterrado bajo la falsedad del mundo del teatro pero lo vió cubierto de arena de la cabeza a los pies y protegiéndose con los brazos, espada en mano. En cuanto se recuperó los bajó y levantó la hoja apuntando a Kynes.

Éste le interrogó:

-¿Porqué tanto empeño en que no me case con ella
acaso lo haríais vos?
Decidme, ¿porqué casarla con cualquiera?
Sois como el perro del hortelano!
que ni come
ni deja comer al amo
¡Peor! ¡Como mosquito en verano!
Que ni duerme
¡ni deja dormir el condenado!

Whispy seguía amenanzante.

-¡A llegado tu hora!
Debiste olvidarte de ella y dejar que se casara con quien había acordado mi familia.

-Jamás. No digáis mas tonterías.
Su amor me pertenece. Así como el mío a ella
Si alguien mas osa rondarla que sepa
que tendrá que rondar antes mi espada
Así que será mejor que no se entrometa
¡o le meteré la hoja por donde bien le quepa!

-¡A muerte!

-¿No preferís jugárnoslo a suertes?

Y los dos se lanzaron a luchar sobre piedras y cartón en presencia de varios cientos de espectadores y la propia amada del asesino.

Éste duelo no fue tan digno como otros que protagonizaran los contendientes pues aún no eran grandes rivales ni maestros en el arte pero sí fue uno de los mas encarnizados: no hubo cuartel ni respeto como no hubo momento en el que alguno de los dos pensasen en huir aunque las heridas se sucedían una tras otra.
Parte del público, acostumbrado a todo tipo de sorpresas en el teatro, aún creía que actuaban.

Se habían herido mutuamente con las espadas y estaban en una posición complicada: la hoja de kynes estaba clavada en el vientre de whispy así como éste mantenía clavada la hoja en el hombro derecho de Kynes.
Y se hizo el silencio. En tal maniobra mortal ambos podían arriesgarse a dar muerte al otro o fallar en una última estocada así que preferían hundir la hoja de su espada cuanto podían en el adversario. Ambos escupían sangre y maldecían al diablo y a Diós por igual.

Una voz de narrador resonó a voces desde el escondrijo donde se ocultaba el apuntador pidiendo que pararan.
Ésto distrajo por un momento a los contendientes que aflojaron la presión. Whispy retrocedió y Kynes alzó la hoja para degollarlo. Whispy se agachó en el último momento y se preparó para dar una clavada baja al vientre del hombre de negro pero éste viéndolo venir saltó a un lado acercándose al borde de las tablas. Whispy descargó el golpe con toda su rabia alcanzando únicamente al apuntador que quedó literalmente clavado a la madera. Ningún hueso se interpuso entre la hoja y la madera, tan solo la débil carne.

Kynes bajó al foso, petrificado. Aunque había visto morir a muchos hombres en la guerra el que acababa de morir era una víctima inocente, un jovencito como él había sido que solo se ganaba la vida por las noches.
Y si no hubiera esquivado la clavada... ahora estaría en su lugar.

Whispy escupe sangre y salta también al foso dando estocadas a todo el que se cruza en su camino. Kynes está sin fuerzas y malherido así que huye hacia el público, tratando de subir por la gran escalera principal que separa las butacas de los pobres.

Whispy se queda quieto unos segundos como si fuera a decir algo. Al fin alza la voz:

-¡Aún no ha acabado éste acto!
El asesino está libre
¡Debo matarlo cuanto antes
para que la obra termine!

Y sube por la escalera persiguiendo a Kynes. Éste también sube peldaños lo mas rápido que puede a pesar de las heridas pero sufre un ligero mareo y cae sobre una obesa espectadora sentada junto al pasillo.

Kynes, que para frenar la caída, ha metido las manos en el escote de la mujer se disculpa como puede:

-Lamento haberos tocado
aunque en realidad lo he disfrutado
tanto como vos agradecería
tener pechos voluptuosos
que ayuden tan bien a un gran actor
cuando el equilibrío perdía

Un hombre se interpone en la escalera sin saber qué es lo que pasa:

-¿Acaso no es ésto parte del espectáculo?
¿No es sangre de cordero lo que chorrea por vuestro hombro?

Kynes responde sin concisión:
-Sí y... No.
Apartaos de mi camino
Pues para aquel que se entrometa
mi hoja será su destino
la muerte, ¡su horrible meta!

Y hace sonar su espada al aire para que nadie se le ocurra interponerse. Pues Whispy le pisa los talones a pocos escalones de distancia. Éste alza la voz mientras escala como puede los escalones aunque a veces debe ayudarse con las manos.

-¡¡¡Apartaos!!! ¡¡No dejaré que huya!!

Ya en la calle, Kynes secuestró un caballo negro que encontró por el camino dejando en el suelo al noble que lo cabalgaba. Y se perdió a la velocidad que le permitieron tanto la montura como las heridas.

Whispy no tuvo tanta suerte y cojeó por las calles hasta salir de la ciudad. Pues sabía que había matado a un hombre y destrozado una obra que de seguro algunos nobles deseaban ver terminada.

Y para colmo de los males, al hecho de que se desangraba y de que le ardían las entrañas le acompañó que empezara a nevar... pero la suerte volvió a cambiar y dos extraños hombres en un carro se lo encontraron por el camino horas después.

A la mañana siguiente, Kynes, fracasada su vida en la tragicomedia y perseguido por la justicia, ensaña nuevos diálogos frente a un espejo: «Y desde hoy, mi vida es teatro así como el teatro fue mi vida. La Muerte es mi papel. El amor lo que me hace salir a actuar cada noche y la venganza... el telón que baja tras cada función sobre mis enemigos...»
Re: Relato del Ciudadelas I
11-January-2007 18:14
Un camino perdido por el bosque de Florencia
[Hace aproximadamente unos diez años]

Whispy camina como un muerto viviente. Ha perdido demasiada sangre, siente el frío que le cala hasta los huesos y el mareo que le hace trastabillar. Un carro llevado por dos hombres lo alcanza por el camino. Uno de ellos le llama especialmente la atención.

El mas extraño, de cierta edad ya avanzada, le sube al carro tirando de él como si no pesara más que un pequeño saquito de arena. Whispy se queda totalmente sorprendido al ver como un hombre de unos cincuenta años ya pasados le agarra y le sube para dejarlo tumbado bocaarriba. Por un momento piensa que La Muerte ha venido a cobrar su deuda y se lo lleva al infierno. El otro hombre, que lleva el carro, inicia la marcha. Whispy se queda estupefacto.

-¿Qué... hace?

-Ayudarte. Pareces mas muerto que vivo. Es menester cambiar tales términos en tu persona.

-¿Quién eres? ¿La Muerte?

El anciano sonríe mostrando una sonrisa afable.

-Oh, no. Mi nombre es Leonardo di ser Piero. Venimos de un viaje a mi tierra natal, Vinci.
¡Tenéis una herida profunda que sangra en abundancia! ¡Dejad que os ayude!

-¿Acaso sois médico?

-No. Soy pintor y escultor, aunque se me conoce mas por mis labores de arquitecto. Dejadme que vea bien esa herida. Es profunda y ha tocado órganos.

Whispy no puede evitar contraer la cara de puro dolor al curiosear el hombre la zona dañada.

Después de vendar la herida como buenamente puede el anciano pasan algunas largas horas en las que Whispy descansa cabeceando o despertándose sobresaltado por el dolor. Al salir el sol, el extraño barbudo aún sigue despierto y con ánimo de conversar:

-Estaréis hambriento. Tendréis alimento de sobra cuando lleguemos a la siguiente posada en el largo camino a Roma. Hasta entonces solo puedo daros algunas galletas, frutos secos y no sé qué mas habrá guardado.

-¿No teneis una hogaza de pan y algo de carne seca?

-Oh no. Soy vegetariano.

-¿Qué sois qué? Jamás oí el nombre de ninguna religión con ese nombre.

La sonrisa del anciano fue toda respuesta.

Pasadas algunas horas Leonardo tomó el sitio de Whispy para descansar algunas horas y éste se sentó junto al conductor del carro. Mas tarde y cuando creyó totalmente dormido al anciano trató de interrogar al otro hombre.
Éste sí parecía ser la muerte o al menos un sepulturero: calvo, de mirada fría, ropas oscuras y silencioso. Tanto que Whispy tardó en atreverse a preguntarle hasta que pasaron horas de viaje.

-¿Quién es en realidad su... señor?

-Oh. Es el protegido favorito de Los Medici.

-¿Quiénes son?

-Goviernan La Toscana.

-¿Pero... el anciano?

-Es sin duda un hombre extraordinario aunque ahí donde le vea parezca un afable anciano.
Ludovico, el duque de Milán, le tiene en gran estima por todos los conocimientos que domina mi señor: pintura, dibujo, mecánica, ingeniería militar y ciencias naturales. Podía hacer esculturas en mármol, bronce o terracota.
Ha sido pintor, escultor, arquitecto, matemático y hasta maestro de ceremonias. Por desgracia para... su... persona... no es médico pero no me extrañaría que después de esta noche cambiara de parecer y se interesara especialmente en el arte de la sanación.

No intercambiaron ni una sola palabra más hasta que, a medio día, llegaron a la ansiada taberna.
Re: Relato del Ciudadelas I
19-January-2007 14:58
Mare Nostrum
[Una semana después de partir del puerto de Turín]

En la Iberian todo era tranquilidad y... aburrimiento.
Ozzy pasaba el tiempo comiendo manzanas. En realidad trataba de cortarlas en el aire, a veces justo por la mitad con gran acierto, o las ensartaba y luego se las comía gustoso mientras observaba la situación en la cubierta: Bita practicaba algunos pasos de esgrima Sigilo en mano con un maniquí de juguete que simulaba ser un pirata con pata de palo incluída, Whispy no hacía mas que pintar el mar, gaviotas, velas y lo que se le ocurriera o viera incluídos bocetos de Bita entrenando o de Ozzy jugando con las manzanas pero no tenía tela que digamos. Y Kynes parecía desaparecido completamente. En realidad tenía una vida nocturna: se paseaba por la cubierta en solitario cuando todos dormían y observaba el horizonte o examinaba cada rincón de la nave con minuciosidad. Todo fuera pasar el tiempo.

Los hombres de la Iberian trabajaban duro: tenían que hacer trabajo de más por los cinco hombres que faltaban y hacía meses que no se esforzaban al máximo en llegar a un punto lo antes posible. Desde la salida del sol hasta su puesta un vigía observaba el horizonte. A cada hora la tensión se les hacía mas palpable y se esforzaban más y más con la esperanza de ver un péqueño ápice del palo mayor en el horizonte, una bandera negra de mal presagio que esperaban como agua de mayo.

Pero el Tridente no era tortuga, ni galgo, era un verdadero pura sangre del mar.
Su proa cortaba las aguas como una cuchilla bien afilada y al rojo cortando la mantequilla. El diseño de la nave era toda una obra de ingeniería moderna inspirada, paradójicamente, en antiguas naves del norte que prácticamente no se conocían en el Mediterraneo. Era mas estirada, de gran eslora, de delgada regala, madera muy ligera y aunque tenía poca capacidad de carga utilizaba unas velas tan grandes y resistentes que precisaban de hombres extremadamente fuertes y capaces en la tripulación. Su forma era fiel a su nombre, como un largo tridente de madera oscura lanzado por el mismísimo Neptuno para atravesar el corazón de un Kraken. Su tripulación estaba partida en dos grupos para trabajar a destajo tanto de noche como de día. Los cañones eran temibles y abundantes pero debido a las características de la nave no podían oponerse a ambos lados en la misma hilera así que tenía la mitad de los cañones de una nave normal situados en un zig-zag de artillería debido al largo recorrido de retroceso del arma. Éstos, además de ser menores en número aunque mucho mayores en potencia, no podían sujetarse firmemente al suelo para agitar en lo menos posible la nave en el caso de que varios cañones fueran disparados a la vez. Pero ese detalle era inapreciable para todo aquel que no conociera el Tridente por dentro.

Talban daba órdenes a destajo. Mas latigazos que palabras aunque la mayoría eran al aire pues solo quería "animar" a su tripulación mas que herirla (no se podía permitir hombres débiles o heridos como tampoco un motín).
Desde que partió no vió ni una sola vez a aquel que le prometía fortunas. Empezaba a pensar que AFO no estaba en la nave, que solo quería utilizarlo como señuelo.

Munitis inspeccionaba intranquilo el horizonte con su catalejo. A Ozzy ya no le quedaban manzanas así que jugaba con naranjas pero había pasado de cortarlas en dos a hacer malabares y demás juegos de manos. Y ya se le daba muy bien cuando algo le distrazo haciendo que las tirar todas al suelo. El capitán subía a toda prisa a la cubierta del castillo de popa. Munitis parecía intrigado.

-Creo que nos la está jugando. No se acerca a puerto, por eso ni si quiera le vemos. Pero huye hacia el oeste. Quizás esté dispuesto a llegar hasta La Roca y salir al atlántico.

-¿No es eso una imprudencia? Me refiero a alejarse tanto del puerto. Apuesto a que aquello que se divisa a lo lejos es una tormenta.

-Sí, es una imprudencia pero mar adentro, si no lo divisamos, podría tomar una ruta que, aunque no fuera la mas favorable al viento, le permitiría alcanzar las costas de África perdiéndose de vista definitivamente, si no lo hemos perdido ya porque no tenemos noticias de él desde hace varios días.

-Lamento no poder ayudar.

-Oh, no. Vais a PODER ayudar.

-No soy marino.

-Lo serás. Tú, el pinta cuadros ese que no hace mas que manchar telares para vela con colorines y tu amigo ese que nunca habla. Necesito mas hombres. Desplegaremos todas las velas y si hace falta fabricaremos más para cuando la tormenta las destroce. Haremos tres turnos. Desde el amanecer hasta la tarde, luego hasta medianoche y hasta la salida del sol.

-Váis a agotar a la tripulación.

-Lo sé y está previsto. ¡¡Contramaestre!! ¡Foques enrrollados, garfias adujadas y cabos a la cornamusa!

-Creo que ninguno de los tres tenemos ni idea de como...

-Aprenderéis a manejar los grilletes, mosquetones, motones, a hacer cabos, lo que sea. Mientras tres de mis hombres descansan, en vez de jugar a las cartas perderán su tiempo enseñándoos todo lo que saben. Creo que ese hombre misterioso que viste de negro ha viajado bastante en barco. Le he visto hacer algún que otro nudo y medir nuestra velocidad con la cuerda de marcas.

Ozzy tenía una corazonada. Munitis no necesitaba realmente mas hombres ahora, sino que temía perder unos cuantos los próximos días y quería tener tres en reserva mejor torpes que inútiles para la navegación. Así que el Maestro de Esgrima guardó las naranjas y cogió un cabo para ir practicando nudos. Por el rabillo del ojo observaba como Bita daba estocada tras estocada mortal al maniquí. ¿Dónde había aprendido a luchar la condenada? Era endiabladamente buena. Si no la hubiera visto dar esas estocadas sin duda ella le hubiera dado una non grata sorpresa en un duelo.

Mientras tanto en el Tridente el temible Talban daba órdenes que parecían absurdas fruto de la locura: sus hombres tiraban la mayoría de los cañones y gran parte de las provisiones y equipaje. Tal era la obsesión por liberarse de peso que tiraban hasta las hamacas que no se utilizaban dejando solo las que se pudieran utilizar al mismo tiempo, que eran la mitad. Se tiró de todo, desde madera de repuesto hasta mantas hasta aceite pero se guardó toda la pólvora como si fuera oro.

Dejó solo cuatro cañones, los de la proa, para lanzar la primera andanada en el momento en el que se cruzara con un barco y pasar de largo lo antes posible para abordar por la proa. El resto acabaron en el fondo del mar.
Talban, aunque amaba su barco, estaba dispuesto a todo, incluso a permitir que su barco se hundiera cañoneado si tenía a todos los hombres disponibles para abordar el barco rival (con el que se quedaría, por supuesto, y que utilizaría hasta que sustituyera su amado Tridente por uno mejor). Pero un plan así era muy arriesgado ya que su mejor espadachín estaba muerto y su enemigo, su afamado perseguidor, llevaba en su tripulación al que fuera maestro de su mejor espachín y un asesino a la par del maestro.

Pero si dejaba los suficientes hombres en su barco protegiendo a Lesarath como señuelo, estaba seguro de que sus dos "problemas" subirían al Tridente para rescatarla. Mientras él con sus mejores hombres tomaba la Iberian y cañoneaba el Tridente o la dejaba tirado en el mar sin provisiones. Era un buen plan pero antes tenía que perderlos de vista y dejar a Lesarath segura en tierra sin que lo supieran en la Iberian. No podía arriesgarse a dejarla morir.

Otra opción sería cruzar todo el mar lo mas lejos de puerto. Talban se quedaría con el menor número de hombres necesarios para manejar el barco mientras que en la Iberian morirían de hambre o le perderían de vista.

Era de noche, había pasado una semana ya cuando se encontraba trazando nuevo rumbo en su camarote. Lesarath estaba maniatada en un cómodo sillón observándole fíjamente. Normalmente hablaban o incluso jugaban a las cartas pero estaba misteriosamente callada y no dejaba de mirarle fíjamente, como si se concentrara. Talban le devolvió la mirada intrigado.

-¿Qué ocurre? ¿Te aprietan las cuerdas? ¿Tienes mareos? ¿Hambre? ¿Sed? ¿Te aburres?

-...

-¿Uhmmm?

-Shhi'sheshemaaa-holotép ¡Inkedimá-katar!

Talban parpadeó. Los ojos de Lesarath habían cambiado ligeramente. No se había dado cuenta hasta ahora. La mirada no era la misma ni si quiera lejanamente parecida. Tampoco su voz. Tenía otro timbre.

-Ahora eres mi esclavo y vas a obedecerme.

-Sí, mi ama.

-Ordenarás a tu tripulación que destrocen las velas. Quiero que las quemen, guarden los restos en un arcón y lo tiren al mar.

-Sí, como ordenéis.

-Pero antes de dar esas órdenes vas a responder a mis preguntas.

-¿Qué queréis saber de vuestro siervo?

-¿Dónde guardas el botín que has conseguido todos estos años?

-En un cofre. En la isla del Colmillo de Barbaroja.

-¿Cómo lo encontraré si lo busco allí?

-Está cerca de la costa, a los piés de una roca con forma de craneo. Allí está enterrado en una de las tumbas de mi antigua tripulación.

-Ahora sube a cubierta, despierta a todos tus hombres y date prisa en seguir mis órdenes. Y ordena que también destrocen las velas de reserva.

-Como ordenéis mi señora.

Esa misma noche, pasadas algunas horas, la flota que quedaba de Turín que no había partido en persecución de la Iberian, unas diez naves, partieron por orden expresa de la mismísima Reina hacia la isla del tesoro. Los capitanes de las naves no quedaron muy satisfechos con las razones para viaje tan largo y duro pero obedecieron sin más.

En una de las casas de la ciudad, una hechizante figura tapa con cuidado el retrato de la Reina Matilda robado y sustituido en la bóveda de la familia real por una vulgar copia, y lo deja junto al retrato de Lesarath.
Inuki se frota las manos pensando en lo que puede llegar a conseguir si juega bien sus cartas.

Dos días mas tarde Kynes camina sobre la cubierta en silencio. Escucha el extraño ruido de un chocar de maderas.
Se acerca al palo mayor y otea en la mas absoluta oscuridad. El vigía parece no haberse percibido de nada pues no da señal alguna.

Kynes escucha el rasgar de una cuerda que se queja al ser cargada con gran peso. Mira a estribor, no ve nada. Se acerca a la proa. Y se le hiela la sangre. Allí, a cierta distancia, se encuentra el Tridente. Silencioso. Parece muerto o quizás agazapado haciéndose el muerto como un depredador para lanzarse sobre su enemigo. Entonces relaciona los dos ruidos y reacciona: será un bote que ha partido del Tridente y ha alcanzado la Iberian. Suben hombres. Quizás por la popa o por babor.

¿Porqué el vigía no ha dado la señal? Y al fijarse bien no lo ve moverse, parece totalmente lacio. Posiblemente haya sido apuñalado en silencio.

Y todo ocurre en medio segundo: un leve ruido de roce de metal justo a su espalda, a menos de un metro. No tiene el arma desenvainada y sabe inmediatamente, porque no necesita mas de medio segundo para pensarlo, que está muerto. El silencioso asesino le degollará o le clavará una toledana entre los homoplatos. Pero una de sus armas sale de la vaina. Oye el chocar de metal contra metal. Se vuelve y descubre al mas mugriento pirata que se haya echado a la cara mirándole asombrado espada en mano como si no quisiera terminar el golpe mortal que le partiría en dos la cabeza.

El pirata no reacciona. Mira su arma medio segundo y se pregunta PORQUÉ DIABLOS ESE HOMBRE NO HA MUERTO.
¡¿CÓMO HA PODIDO DESENVAINAR Y PARAR MI GOLPE SIN SIQUIERA MOVERSE Y DE ESPALDAS?!

El arma, en el aire, cae al suelo. Kynes no pierde ni un segundo para recoger la espada y lanzarse a por el pirata pero tropieza con algo o "alguien" que se encuentra a medio camino. ¡Pero no puede verlo!. Hay algo hay que se ha interpuesto.

Un sonoro quejido "¡Ay! ¡No me hagáis nada, os he salvado la vida!" se aleja unos pasos.

El desenmascarado lo ignora y acaba en cuatro movimientos con el pirata al mismo tiempo que da voces con toda la fuerza de sus pulmones para despertar a la tripulación. Se gira y puede ver como unos ocho piratas mas suben por las cuerdas de babor armas en cinto para tomar la cubierta. Y seguro diez o veinte les siguen.
¡Demasiados para luchar con ellos a la vez!

Re: Relato del Ciudadelas I
19-November-2007 01:44
La hoja del enemigo cimbró en el aire con su característico silbido mortal y alcanzó su objetivo: el hombro armado. El cuero y la tela gruesa evitaron esta vez que la sangre manara de la herida a borbotones.

Una angustia mortal se apoderó de su cuerpo al sentir tan de cerca la muerte. Respiró pesadamente, como si le dolieran los pulmones aunque las cuchilladas no le habían alcanzado el pecho. Pero no cesaban.

Rompió de un salto parando con una contra de cuarta una nueva cuchillada del enemigo. Éste sonrío mientras afirmaba su guardia y observaba a su rival.

El capitán trató de mostrar entereza, pero el aplomo se le escapaba por las heridas diluido en la sangre tan roja y oscura como el óxido de las Puertas de Hierro de la Antigua Plaza. Su vieja espada era testigo de la derrota ante el encapuchado que disfrutaba de cada estocada como si de jugar a los dados se tratara.

No dejaba de sacar séises y el curtido capitán no tenía suerte esta vez, convertido en un alfiletero.

Ambos se miraron durante unos largos segundos y alzaron las hojas. El brazo del capitán temblaba aunque su mano se mantenía firme y sujetaba la espada como sujetería un hombre la mano de su amada pendiendo ésta de un precipicio. El brazo del rival desvelaba debilidad y falta de pericia. Pero su hoja amenazaba como cualquier otra pues no era un duelo justo en término alguno.

Las hojas se susurraban revelando la voluntad de su portador. Una siseaba "voy a matarte... pero disfrutaré cada segundo hasta que llegue el momento...".
La otra, portada por un zurdo gallardo, rugía con un "venderé cara mi piel, ay de ti si en una de tus últimas estocadas te acercas demasiado porque te llevaré conmigo al infierno...".

El encapuchado de hoja siseante marchó un par de pasos hacia el viejo capitán y atacó en un visto y no visto. Ddecidió retrasar su jugada en último momento con un falso amago tirando los dados. De un salto lanzó una finta flanconada que el capitán trató de parar con una segunda ajustada para descubrir que no era el interior sino la linea externa el verdadero objetivo del ataque, a media linea alta con un tosco coupé que habría detenido si no fuera porque no le quedaban fuerzas mas las que Dios quisiear darle. Y siendo ateo el capitán pocas eran las otorgadas.
Ese frío y brillante acero que tanto conocía porque lo había recibido en el cuerpo otras tantas veces esta misma noche volvió a hundirsele a la altura del antebrazo. Pero la carne que mordía la hoja viperina estaba recubierta de una piel de buen precio, de a muchas coronas la onza... que no se vendía sino en raras ocasiones, como el bermellón. Y con una cuarta de parada batió la hoja que se retiraba a la guardia y que medio segundo antes había tenido clavada hasta dos dedos.
El asesino trató de evitar la maniobra pero Ozzy ya había apartado el hierro enemigo lo suficiente como para tener una linea abierta, clara como un sendero de plata en una noche de luna llena.

Valiente, se tiró a fondo y le hundió media cuarta en el estómago. Un tintineo fue la prueba de que la herida no había sido mortal, o al menos mortalmente inmediata, porque el bastardo llevaba una cota muy ligera que había prevenido daños mayores. "Pero si a la primera no cae habrá que dar una segunda" se decía el terco soldado de tercios olvidados recuperando terreno desde el fondo y tratando de asestar una segunda en la garganta donde no había zarandajas ni protecciones que valgan.

El villano retrocedió a toda prisa parando ataque tras ataque como si luchara con una lanza y no con una espada, dando barridos a ciegas, mientras Ozzy se tiraba a destajo y, con el último aliento en los labios, ejecutaba una sucesión de ataques a diestro y "siniestro objetivo".

Una estocada por cada copa de vino que se había llevado al gaznate aquella noche. Borracho como una cuba, derrotado y aún así obcecado. A mí. Bastardo. ¡A mí!. ¡No huyas! ¡Que tú me llevarás hasta Lucifer!.

El encapuchado, rastrero y huidizo, era mas rápido de pies que un borracho debilitado por las heridas con el que se batía y consiguió salir de distancia del capitán antes de recibir lo merecido. La juventud le hacía inexperto esgrimista pero rápido como una liebre. Era ligero y esbelto como un adolescente reciente.

Ozzy aprovechó para llevarse la mano diestra a la herida mas apremiante y que así sangrara lo menos posible aunque ya podía ver el charco, tan abundante ora, que se formaba a sus pies. Dio un paso más y sintió tambalearse todo su cuerpo como si fuera un espantapájaros al que le quitaran la sujeción de madera que le había mantenía erguido durante años.
Bajó la mano zurda y "Edith" tocó el suelo manchando la sangre del asesino con la propia que se acumulaba entre los adoquines de la plaza.

-¿Quién eres, Pardiez? Me acechas a oscuras, por la espalda y... borracho como una cuba. Como el mas pérfido, cobarde y vulgar de los asesinos... pero por tu arte con el acero diría que no te dedicas a vivir de asestar estocadas, maldito matasiete de tres al cuarto.

No respondió el asesino. Pero alzó la hoja y avanzó como una flecha al viento para dar la última clavada. Y solo entonces... con la hoja a dos cuartas de la su garganta, creyó Ozzy reconocer los ojos negros y asesinos que se le clavaban con tanta rabia en él que le encojieron el alma. Solo su alma, porque el brazo no se encogía, sino que, con un diestro juego de muñecas, recorría el mas estrecho arco posible para desviar el golpe.

Tintineo al entrechocar de hierros.

Y la hoja rival cruzó la cara de Ozzy sin rozarla pero con la holgura de un mechón de cabellos. Y tanta era la fuerza del golpe que casi le golpeó la cazoleta en la cara. Porque el rival se le vino encima sin detenerse a tiempo.

Ozzy, que no era un novato, aprovechó el cuerpo a cuerpo para dar medio giro cambiando a la guardia de un diestro, sujetar la hoja rival con la derecha y ejecutar una “botta segreta” con la zurda de forma extraña y artera: pasó su mano armada por la espalda y asestó una puñalada en el muslo a pesar de la corta distancia.
Si estuviera en condiciones habría sido en la garganta pero cuando uno está medio muerto ya tocar blanco cuesta.

Su rival ni si quiera imaginó una maniobra como aquella y se vió tocado por un arma de casi un metro de largo estando a menos de una cuarta del enemigo.
Cayó como un saco roto al suelo, desplomándose por completo por el dolor. Una herida profunda le desengraría rápido...

Ozzy, que no es fiel a la idea de dar tregua al traicionero y movido por los buenos sentimientos que siempre le embriagan en tales situaciones no iba a dejar sufrir por mucho tiempo a su asesino así que se dispuso a atravesarlo de un tajo limpio que esta vez sabía que no fallaría. Hacía horas que dejó de llover pero el capitán estaba totalmente empapado de la cabeza a los pies, no de sudor sino de su propia sangre. Una de sus muchas heridas en el brazo dejaba correr un chorrillo de sangre que cruzaba la hoja, dejando caer algunas gotas desde la punta del arma sobre el cuerpo del asesino en un extraño tac-tac que se asemejaba al pasar del tiempo de un reloj de agua. Ozzy casi podía contar los segundos durante los cuales a ambos se les iba la vida, lentamente y sin tregua.

Al caer su rival, éste había dejado abierta su capa y chaqueta, mostrando unas formas voluptuosas que sin duda eran silueta de mujer. Mas sorprendido quedó Ozzy al observar el rostro de ella, liberada la capucha que lo ocultaba, y cubierto por algunos cabellos sucios que no podían ni aún así deslucir la belleza que encerraba.

Había encojido el brazo para tomar fuerzas y dar el golpe cuando un grito salió de sus adentros, apagado y profundo.

La mujer no dejaba de repetir entre estertores de sangre la que parecían sus últimas palabras: "debo matarle... sí... debo... matarle... debo..." como un autómata sin vida. Sus ojos parecían vacíos, sin expresión, fijos en el infinito.

Ozzy arrojó lejos la espada y cogió en brazos a la mujer entre lágrimas: -Edith... ¿porqué...? ¡Edith! ¡¿PORQUÉ?!
Mientras la vida de su amada se le escapaba como arena entre los dedos...

Horas antes, se emborrachaba en una taberna, pensativo. Tratando de adivinar donde había visto antes a aquellos dos hombres que asomaban por la cubierta del barco pirata que les asaltó aquella noche. Uno encapuchado y totalmente de negro, que hubiera sido invisible en la noche si no fuera por el farol que delataba su presencia, depositado sobre un barril cercano. Y el otro, que suponía era el lider de los piratas, al que muchos llamaban Talban "El Despiadado".
Pero no era esa inquietud la que le hacía beber sin mesura en la taberna. El vino, rojo como la sangre, se derramaba como ahora lo hacía la sangre tan roja como el vino tinto que había emborrachado su desesperada soledad.

Edith pestañeó y despertó de un extraño ensueño. Ozzy la tenía entre sus brazos. Se sentía muy débil, los latidos eran como los murmullos de las olas en la orilla de un mar en calma. Lo abrazó a su vez y le besó en las mejillas con un "Te quiero" apagado.

Se oyeron voces cercanas, pasos acelerados y unos brazos que los separaron a la fuerza. Todo pasó muy rápido para Ozzy: rasgar de sus verstiduras, vendas apretando su carne, gritos... y desmayarse por completo. ¿Dónde está ella? ¿Dónde?

-Debes descansar... duerme... estás débil...

Era la única respuesta que recibía.

Y un pensamiento dicho en voz alta que le acompañó en su letargo de aquellos desconocidos que le retenían en una cama postrado:

-Puede que no pase de esta noche, ha perdido mucho sangre...



Editado 3 vez/veces. Última edición el 20/11/2007 15:17 por jcdenton.
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