Gran Teatro de Florencia
[Hace aproximadamente unos diez años]
Era la Gran Actuación que estrenaba, al fin, una obra de Pietro Tullini. Todo estaba dispuesto y preparado, todo, salvo el actor principal: un jovencísimo espadachín venido a menos que, acabada la última guerra en la que sirvió de mochilero y aprendiz espadero, buscó fortuna donde pudo. Y solo pudo encontrarla en el teatro porque volvieron muchos hombres de la guerra y coparon trabajos y cargos o las calles y tabernas, como mendigos.
Pero el trabajo en el teatro le apasionaba y tenía su hueco asegurado en él.
Desde que era niño, veía todas todos los ensayos de las obras que eran lo suficientemente dignas como para ser estrenadas en el Gran Teatro florentino. Solía recibir una pequeña paga por ayudar con el atrezzo al director de escena, ayudaba a las chicas a vestirse (ese fue su primer gran encuentro con la desnudez de la mujer) e incluso hacía de apuntador cuando éste se emborrachaba o sencillamente no se dignaba a aparecer por cualquier motivo.
Algunas veces cuando era muy niño, se atiborraba en los camerinos de chocolate que los caballeros españoles solían regalarle a las grandes actrices. El chocolate era manjar exquisito y muy caro que venía de un remoto lugar paradisíaco, de las Nuevas Indias, le decían. Pero para él era solo un dulce que le encantaba.
Pero ese niño fue creciendo y, precoz como nadie que haya pisado las tablas, tuvo que sustituir a algunos famosos actores que, por avatares del destino, tuvieran algún percance alguna noche. A veces quedaba un poco extraño que un joven de catorce o quince años hiciera el papel de un veinteañero o incluso de un treintañero pero ya controlaba bien el tono de voz, así como los gestos y lo que no hacía su destreza y su porte lo hacían el maquillaje y el disfraz.
Esa fue su infancia y su adolescencia. Su padre era militar y como el teatro no abría por la mañana pasaba largas horas entrenando en el cuartel o en casa. Practicaba esgrima con obsesión. Era lo único que creía podría servirle en el teatro ¿Para qué saber de graduaciones, de asedio o de máquinas de guerra? No podías montar un asedio en un teatro. Y las máquinas de guerra que aparecían eran de madera. Pero duelos entre caballeros era raro que no se interpretaran en cada actuación.
Podría decirse que ese niño nació en el teatro, se crió en él y... en él se enamoró. La guerra solo fue un capítulo más entremedias que templara su espíritu y le hiciera tomar consciencia de cuan importante eran sus clases de esgrima así como la práctica del acerado arte. La Guerra le enseñó la realidad de la que se escondía en la función que era su vida.
Nació. Creció. Y se enamoró. Y como no podía ser de otra manera, fue a enamorarse de una actriz.
La joven y prometedora Aypexa de Milán. De grácil voz que era colmada de piropos al caer el telón.
A veces le llovían rosas, sin exagerar. Él, al terminar la obra, elegía las mejores que podía encontrar y se las regalaba en un gran ramo.
Sucedió una noche de gran estreno que todo estaba dispuesto para dar comienzo. No había butaca libre ni ojos que no esperaran ansiosos las maravillas del teatro pero el protagonista, Kynes, no aparecía.
Tras las bambalinas, todos estaban preocupados, especialmente Aypexa, porque era la primera vez desde que el joven Kynes que llegara tarde o faltara.
Pasaron los minutos y ya el director de escena buscaba un sustituto cuando se abrieron las puertas traseras del teatro y apareció cojeando y con el disfraz de su personaje el caballero negro. Extrañamente, llevaba puesto el antifaz. A toda prisa director y ayudante le llevaron hasta la puerta del gigantesco atrezzo de madera que les separaba de las grandes cortinas bermellón. Aypexa no pudo hablar con él pues debía situarse, como solía ser el papel de las damas, en la parte alta del complejo de maderas y tablas, que, desde el otro lado, parecía ser la ventana de un segundo piso en una imponente mansión. No habló con él pero percibió manchas de sangre en sus ropas.
Kynes iba sin aliento, como si acabara de llegar de una carrera desde el otro lado de la ciudad. Sus ropas estaban sudadas y la capa negra tenía algunos cortes que tuvieron que ser remendados en segundos. No había tiempo para desvestirlo. La mujer encargada de ello descubrió heridas en la pierna así como en el brazo.
El director de escena habló con la costurera y mirándole a los ojos le dió una estocada mortal:
-Así no puedes actuar.
Kynes dió varios pasos forzados hasta el lateral del atrezzo y alzó la voz:
-¡La función debe comenzar!
No hay retraso ni impedimento
El público no puede esperar.
¡De vuestra opinión... disiento!
Y desenvainó la hoja que llevaba al cinto para cortar de un tajo la cuerda que sostenía el contrapeso del las cortinas. Éstas ascendieron por otro contrapeso mayor y Kynes dió varios pasos hasta situarse en el centro del escenario para saludar al público.
El director de escena se quedó de piedra. La hoja que llevaba el actor debería estar roma. No podría haber cortado la cuerda. Pero llevándose las manos a la cabeza dió las órdenes a los demás actores para que se prepararan.
La obra transcurría sin problemas aunque todos notaban que Kynes no daba tantas vueltas como estaba acostumbrado en los ensayos. Se sucedían encuentros, diálogos y grandes monólogos. De aquí para allá. Como capuletos y montescos, todo era un ir y venir de gente y de luchas que acababan con las ficticias vidas de los personajes que se oponían al joven enamorado Liberto que anhelaba a Antonietta. Ésta, desde su ventana, enviaba mensajes que recogía su amor y le avisaba de los peligros que corría. Su padre enviaba asesinos para acabar con él, amigos y futuros pretendientes y a todos ajusticiaba Liberto.
Kynes, en el papel de Liberto, se llevaba grandes ovaciones así como Aypexa como Antonietta. Quedaba solo un acto cuando un ruido sordo llegó del otro lado del atrezzo: algo había pasado tras las bambalinas. ¿Un error del ayudante de escena?
Kynes tenía que salir para volver a aparecer mas tarde así que, mientras cantaban en un arcaico italiano tres mujeres junto al apuntador, se escabuyó como pudo para ver qué ocurría detrás.
Y la escena que se encontró no podía ser peor:
Whispy amenazaba al director de escena con una gran hoja dando voces. Quería que terminara la función y le entregaran a Kynes, el asesino. Éste desenfudó y se encaró con el intruso.
-¿Acaso no véis que estamos ocupados?
¡Estás en un teatro!
Debes respetar al respetable
De tus berrinches ¡tarado!
el público no es culpable
-¡Mataste al que iba a ser mi cuñado! ¿Cómo has podido vil asesino?
-Fácil, fue un buen tajo ladino
Aunque no me ayudó que se resistiera
pero por ser quien era
Estaba claro su destino
Morir a mis manos, te digo
-¿Qué pasará con mi hermana Aypexa? ¡Él tierras, oro y plata para acabar con las deudas de nuestra familia!
Podría habernos solucionado la vida a todos, excepto a ti, claro, que eres un muerto de hambre, carne de teatro circense.
-No os tolero insulto alguno
Y aunque os callaría esa boca
llegáis en momento inoportuno
Pues debo actuar, ya me toca
Kynes corrió a toda prisa y atravesó una puerta de las muchas que había aunque debía bajar por la falsa calle (el lateral del escenario) pero no tenía tiempo para dar un rodeo con un tipo amenazándole con una toledana. Al aparecer el público quedó en silencio.
Aypexa se asomó al balcón y preocupada, pues había oído claramente la conversación, le dijo al enmascarado:
-¡Mi señor!
¿Vos otra vez mi balcón rondáis?
¿Qué os sucede? ¡No me digáis!
Uno de mis hermanos quiere daros muerte
-Sí, tu padre se ha quedado
ya sin ningún lacayo
desde asesinos y sirvientes
a soldados valientes
Y como agua de mayo
envía a tu propio hermano
a poner fin a mi suerte
-¿Porqué habéis salido de la tienda de telas?
-A compraros un sayo
Para que el frío no os hiele
Aunque ya sabéis que si puede
este caballero se ofrece
a daros abrigo y calor
que solo pueda dar mi amor
-¡Tened cuidado!
-¿Porqué? ¿Que sucede?
¿De qué debo ser avisado?
-¡Mi hermano viene!
No, está en la taberna
Cuidado, ¡la puerta!
-Parece que alguien la dejó abierta
Y Kynes le da un puntapié a la puerta del decorado que representa una taberna de la calle.
Ésta empezó a abrirse cuidadosamente porque Whispy quería salir a escena, espada en ristre, para acabar con su enemigo. Pero el puntapié la cerró del todo. Kynes sacó una daga y la clavó en la rendija que dejaba el decorado atrancando la puerta.
-¡Mi hermano está cerca!
-Sí, ¡¿pero porqué puerta?!
-¡Creo que se encuentra tras aquella!
¡Oculto para saltar sobre vos!
¡Tened cuidado con ella!
-Esa puerta que decís... ¡Son dos!
-¡La de la izquierda!
¡No! ¡Derecha!
Dudo pues no recuerdo
donde dijo que se ocultaría
pero parece que se decide
¡por la de la librería!
Whispy desde el otro lado escucha a Aypexa darle instrucciones a Kynes así que no sabe por cual de las muchas puertas que representan tiendas que dan a la calle decidirse a entrar en escena pues el asesino le aguarda con la hoja desenvainada y preparado. Al final opta por subir por una escalinata hasta la madera en la que se encuentra Aypexa.
Ésta avisa a Kynes:
-¡Mi señor, oigo pasos en casa!
Mi hermano se encuentra en ella
¡Y sube por la escalera!
¡Si os ve a vos de seguro os mata!
¡Huid mientras mi amor pueda!
Kynes responde:
-No huiré.
Mas bien...
buscaré una cuerda
con la que subir al balcón
y poner fin a esta guerra
que ya lleva muchas muertes...a cuestas
Kynes improvisa todo lo que puede, sale de la escena y corta alguna de las muchas cuerdas que sostienen vete tú a saber qué. Sospecha que una de ellas está enganchada a un peso muerto y la corta.
De repente cae una gran madera vertical que cubre la representación cambiando la escena a un bello jardín con flores. Aypexa se encuentra por el atrezzo superpuesto en una nube. Justo aparece Whispy a su lado que termina de subir la escalera y mira al público perplejo.
Kynes regresa con un gran rollo de cuerda y se queda de piedra al ver el cambio. No sabe como seguir tal patochada así que mira al público, se mira a sí mismo y actúa como si estuviera mareado...
-Antonietta, creo que...
alguien debió darme un buen golpe
pues no solo me siento torpe
sino que diría estoy dormido
Sueño que estoy en el cielo
¡No creo que haya bebido!
Ajardinado el paisaje y nuboso
Y a quien tanto anhelo
en las alturas, a vos
mi ángel
mi consuelo
mi sol que todo ilumina
Pero hay alguien con vos
Y diría que no atina
a decir su nombre...
La atención se centra en el joven Whispy, junto a Aypexa, en una nube. Éste, como mandan los cánones del teatro, debería presentarse a sí mismo al salir a escena pero se pone nervioso al ver a tanto público y susurra.
-Whis... py...
Aypexa le da un codazo en silencio y le murmura que debe rimar... Whispy contrariado alza la voz y amenaza a Kynes:
-¡Basta ya de esta farsa!
Me llevaré a mi hermana
Y vos...
¡tendréis que apañaros con una... palangana!
-Dicen que los ángeles no tienen sexo
Y en eso, mi bella dama estoy de acuerdo
diría que el ángel a vuestro lado
¡es un ser asexuado!
-¡No soy asexuado!
¡Truhán!
-Eso rima con vuestro nombre:
¡PATÁN!
Bajad ahora mismo
y os daré lecciones de teología
Os presentaré a la virgen María
a Jesús y a Cristo
Los veréis en el cielo
el auténtico y verdadero
cuando con estocadas os envía allí
¡al dar a vuestros días fin!
Kynes se acerca a las bambalinas, elige otra cuerda y la corta. Ésta no cae, así que arroja el extremo al balcón. Whispy acepta el reto y la sujeta para tratar de bajar hasta las tablas. Pero mientras éste lo hace Kynes corre de nuevo al lateral del teatro para cortar cuerdas sin ton ni son. Cáen pesadas cargas de atrezzo y el escenario se va transformando de jardín celestial a prostíbulo de Florencia pasando a ser taberna de mala muerte a la casa del comendador. Aunque nadie percibió éste último cambio pues se decían que no había gran diferencia. O quizás es que el conmendador tomaba mucho por hogar la propia taberna.
Whispy creyó sentir muy cerca su muerte cuando esquivaba sujeto a la cuerda las grandes tablas que le caían del cielo. Mas tarde le cayeron pesos de arena que sujetaban otros elementos escénicos así como un gran sol dorado, varias estrellas, un Dios griego, varias musas de cartón y un fantasma de tela y sujetado por cuerdas cual títere.
Cuando ya no quedaban mas cuerdas por cortar Kynes regresó a las tablas con la esperanza de que Whispy estuviera enterrado bajo la falsedad del mundo del teatro pero lo vió cubierto de arena de la cabeza a los pies y protegiéndose con los brazos, espada en mano. En cuanto se recuperó los bajó y levantó la hoja apuntando a Kynes.
Éste le interrogó:
-¿Porqué tanto empeño en que no me case con ella
acaso lo haríais vos?
Decidme, ¿porqué casarla con cualquiera?
Sois como el perro del hortelano!
que ni come
ni deja comer al amo
¡Peor! ¡Como mosquito en verano!
Que ni duerme
¡ni deja dormir el condenado!
Whispy seguía amenanzante.
-¡A llegado tu hora!
Debiste olvidarte de ella y dejar que se casara con quien había acordado mi familia.
-Jamás. No digáis mas tonterías.
Su amor me pertenece. Así como el mío a ella
Si alguien mas osa rondarla que sepa
que tendrá que rondar antes mi espada
Así que será mejor que no se entrometa
¡o le meteré la hoja por donde bien le quepa!
-¡A muerte!
-¿No preferís jugárnoslo a suertes?
Y los dos se lanzaron a luchar sobre piedras y cartón en presencia de varios cientos de espectadores y la propia amada del asesino.
Éste duelo no fue tan digno como otros que protagonizaran los contendientes pues aún no eran grandes rivales ni maestros en el arte pero sí fue uno de los mas encarnizados: no hubo cuartel ni respeto como no hubo momento en el que alguno de los dos pensasen en huir aunque las heridas se sucedían una tras otra.
Parte del público, acostumbrado a todo tipo de sorpresas en el teatro, aún creía que actuaban.
Se habían herido mutuamente con las espadas y estaban en una posición complicada: la hoja de kynes estaba clavada en el vientre de whispy así como éste mantenía clavada la hoja en el hombro derecho de Kynes.
Y se hizo el silencio. En tal maniobra mortal ambos podían arriesgarse a dar muerte al otro o fallar en una última estocada así que preferían hundir la hoja de su espada cuanto podían en el adversario. Ambos escupían sangre y maldecían al diablo y a Diós por igual.
Una voz de narrador resonó a voces desde el escondrijo donde se ocultaba el apuntador pidiendo que pararan.
Ésto distrajo por un momento a los contendientes que aflojaron la presión. Whispy retrocedió y Kynes alzó la hoja para degollarlo. Whispy se agachó en el último momento y se preparó para dar una clavada baja al vientre del hombre de negro pero éste viéndolo venir saltó a un lado acercándose al borde de las tablas. Whispy descargó el golpe con toda su rabia alcanzando únicamente al apuntador que quedó literalmente clavado a la madera. Ningún hueso se interpuso entre la hoja y la madera, tan solo la débil carne.
Kynes bajó al foso, petrificado. Aunque había visto morir a muchos hombres en la guerra el que acababa de morir era una víctima inocente, un jovencito como él había sido que solo se ganaba la vida por las noches.
Y si no hubiera esquivado la clavada... ahora estaría en su lugar.
Whispy escupe sangre y salta también al foso dando estocadas a todo el que se cruza en su camino. Kynes está sin fuerzas y malherido así que huye hacia el público, tratando de subir por la gran escalera principal que separa las butacas de los pobres.
Whispy se queda quieto unos segundos como si fuera a decir algo. Al fin alza la voz:
-¡Aún no ha acabado éste acto!
El asesino está libre
¡Debo matarlo cuanto antes
para que la obra termine!
Y sube por la escalera persiguiendo a Kynes. Éste también sube peldaños lo mas rápido que puede a pesar de las heridas pero sufre un ligero mareo y cae sobre una obesa espectadora sentada junto al pasillo.
Kynes, que para frenar la caída, ha metido las manos en el escote de la mujer se disculpa como puede:
-Lamento haberos tocado
aunque en realidad lo he disfrutado
tanto como vos agradecería
tener pechos voluptuosos
que ayuden tan bien a un gran actor
cuando el equilibrío perdía
Un hombre se interpone en la escalera sin saber qué es lo que pasa:
-¿Acaso no es ésto parte del espectáculo?
¿No es sangre de cordero lo que chorrea por vuestro hombro?
Kynes responde sin concisión:
-Sí y... No.
Apartaos de mi camino
Pues para aquel que se entrometa
mi hoja será su destino
la muerte, ¡su horrible meta!
Y hace sonar su espada al aire para que nadie se le ocurra interponerse. Pues Whispy le pisa los talones a pocos escalones de distancia. Éste alza la voz mientras escala como puede los escalones aunque a veces debe ayudarse con las manos.
-¡¡¡Apartaos!!! ¡¡No dejaré que huya!!
Ya en la calle, Kynes secuestró un caballo negro que encontró por el camino dejando en el suelo al noble que lo cabalgaba. Y se perdió a la velocidad que le permitieron tanto la montura como las heridas.
Whispy no tuvo tanta suerte y cojeó por las calles hasta salir de la ciudad. Pues sabía que había matado a un hombre y destrozado una obra que de seguro algunos nobles deseaban ver terminada.
Y para colmo de los males, al hecho de que se desangraba y de que le ardían las entrañas le acompañó que empezara a nevar... pero la suerte volvió a cambiar y dos extraños hombres en un carro se lo encontraron por el camino horas después.
A la mañana siguiente, Kynes, fracasada su vida en la tragicomedia y perseguido por la justicia, ensaña nuevos diálogos frente a un espejo: «Y desde hoy, mi vida es teatro así como el teatro fue mi vida. La Muerte es mi papel. El amor lo que me hace salir a actuar cada noche y la venganza... el telón que baja tras cada función sobre mis enemigos...»